La alfabetización sanitaria es el grado en que los individuos tienen la capacidad de obtener, procesar y comprender la información y los servicios sanitarios básicos necesarios para tomar decisiones sanitarias adecuadas (Ratzan y Parker, 2000). La alfabetización sanitaria es un tema importante en nuestra época. Se utiliza como marco conceptual el modelo integrado de alfabetización sanitaria desarrollado por el consorcio de Estudios Europeos de Alfabetización Sanitaria. La herramienta de medición (European Health Literacy survey, HLS-EU) se desarrolló en 8 países diferentes: Austria, Bulgaria, Grecia, Irlanda, Países Bajos, Polonia y España. El nivel de alfabetización sanitaria en la sociedad europea resultó ser un 47,6% inadecuado-problemático. Un estudio de Alemania muestra que el 54,3% de la población tiene una alfabetización sanitaria limitada (Schaeffer, Berens y Vogt, 2017). Esto significa que aproximadamente 1 de cada 2 personas en Alemania tiene una comprensión limitada de la salud y calificaciones limitadas para aplicar la información sanitaria.
La alfabetización sanitaria es una función compartida de factores sociales e individuales. Las habilidades y capacidades de los individuos en materia de salud están mediadas por su educación, cultura e idioma (Nielsen-Bohlman, 2004). Especialmente la educación es el aspecto más importante de esta cuestión porque estar informado y aplicar los conocimientos pasa por el proceso de educación. Aunque en este proceso intervienen muchas partes interesadas, la primera parte siempre comienza con un profesor y un alumno. Si llevamos este ejemplo a la realidad, los estudiantes equivalen a un grupo de aplicación, que son personas, y los profesores equivalen a los profesionales sanitarios. Todos los formadores o profesores también son/han sido formados de alguna manera. Como médicos, somos un subgrupo de profesionales sanitarios y nuestra formación comienza en las facultades/escuelas de medicina. Si implementamos la educación sanitaria en los planes de estudio de medicina, aumentarán nuestras posibilidades de mejorar la situación actual, graduando a estudiantes de medicina más equipados en los programas de pregrado. Básicamente, debemos tener en cuenta la capacidad de un profesional sanitario para utilizar palabras comunes y percibir si un paciente entiende o no una conversación (Nielsen-Bohlman, 2004).